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Las canicas (final)

 

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La investigación resultó más fácil de lo que ellos habían pensado en un primer momento. Pues al bajarse del autobús que los llevó a la ciudad, desde donde él mandó el paquete a Valeria, había una enorme valla publicitaria, anunciando una empresa de venta de coches usados y una fotografía del dueño al lado.

-Creo que lo hemos encontrado- dijo Ana.

Aunque con más años encima, las facciones habían cambiado poco. Delgado y cara huesuda, pelo corto y canoso y esa mirada penetrante que seguía manteniendo a pesar del tiempo.

Josué y Perla se quedaron algo pensativos, no lo tenían tan claro, pero confiaron en la intuición de Ana. Los tres se dirigieron al edificio donde se encontraban las oficinas de la empresa. La recepcionista les indicó la planta, pero les dijo que era un hombre muy ocupado y que sería muy difícil que los recibiera. Ellos subieron esperando tener suerte. La secretaría levantó la vista y preguntó que querían.

-Hablar con el dueño- dijo Perla.

-Si no tienen cita, es imposible- contestó sin levantar la vista de la agenda.

No tenían cita, pero no estaban dispuestos a irse sin hablar con él. No habían recorrido tantos kilómetros para nada.

Los tres se miraron y asintiendo con la cabeza, decidieron entrar sin permiso y así lo hicieron. Al otro lado de la puerta había una enorme habitación, bien iluminada por unos grandes ventanales, delante de ellos una mesa de despacho y detrás un hombre, que al oír el alboroto miró por encima de las pequeñas gafas.

Ahí estaba, era Franco.

-Discúlpeme señor, han entrado sin permiso- se excusó la secretaria. Él le dijo que no se preocupara y que los dejara pasar.

Levantándose de su sillón, se acercó a ellos, los había reconocido al instante. Le dio un abrazo a cada uno y ellos correspondieron de la misma manera. Les indicó un sofá que estaba al lado de un pequeño mueble de bebidas. Preguntó si tomaban algo, y los tres dijeron que no. Sentados, Franco preguntaba que cómo les había ido. Perla contestó que bien, que todos estaban bien, en un tono un poco seco. Josué expuso tajante el motivo de la visita.

-Sabemos que vendes la canica Dálmata-. Él contestó con un sí muy rotundo.

-Queremos saber por qué; y si es posible que des marcha atrás- dijo.

Franco les contestó que hacía muchos años que intentaba comprar una empresa y que ahora le llegaba la oportunidad de hacerlo, y que para eso debía vender la canica. Perla intentó disuadirlo diciéndole que las canicas tenían algo mágico y que todos prometieron un día no venderlas.

-He viajado mucho, he conocido muchos pueblos y culturas diferentes, en los que a veces, uno debía desprenderse de algo muy valioso para conseguir una finalidad- les decía Franco.

-Si tu finalidad es ganar más dinero y por eso vendes la canica, te diré que no tienes sueños- respondió Perla.

Todos callaron y Josué levantándose le dio las gracias por el tiempo que le habían hecho perder. Franco los acompañó a la puerta y Ana hizo un último intento antes de despedirse, -Piénsalo bien-.

El silencio se hizo mientras bajaban las escaleras. Ana lo rompió diciendo que si la vendía, tendrían que comprarla.

-¿Y cómo, si no tenemos dinero?- casi gritó Perla, sorprendida por lo que estaba escuchando.

-Todos hemos ahorrado para hacer realidad algún sueño- habló Josué- Pues ¿qué mejor sueño que hacer que la canica Dálmata vuelva a su dueño-.

Ana asintió con la cabeza, tenía mucha razón en lo que había dicho. A Perla no le gustaba mucho la idea, se estaba poniendo de los nervios. -¿Qué mis ahorros sirvan para que la canica vuelva a Franco? Pues que no la venda-.

Después de mucho hablarlo y comentarlo con Valeria, decidieron lanzar una oferta por la canica. Al día siguiente, bien temprano, llamaron a la oficina de Franco y ocultando sus identidades, ofrecieron una cantidad. Entre todos reunieron el dinero, y así fue como consiguieron tener en sus manos la canica Dálmata.

La metieron dentro de una caja, con una nota que decía “No pierdas nunca tus sueños”, y se la mandaron a Franco a la oficina.

Los días transcurrieron y no recibieron ningún tipo de llamada de él, así que decidieron seguir con sus vidas. Ya no perderían más el contacto y quedaron que una vez a la semana se conectarían todos y hablarían a través del ordenador.

Por aquellos días, en el pueblo había más revuelo que de costumbre. Ana iba de camino a la pequeña tienda de comestibles, cuando alguien la paró y le dijo.

-¿No te has enterado Ana? Han comprado la vieja fábrica del señor Piget-. Ella preguntó que si sabían quien era el comprador.

-Dicen que es uno de la ciudad, de esos que tienen mucho dinero- contestó una vecina que se paró a escuchar la conversación.

Qué vuelco le dio el corazón en ese mismo momento, recordando las palabras de Franco. ¿Y si era él el que la compraba?¿Y… con qué fin?

Aquella tarde tocaba reunión de amigos, y cuando ella llegó, ya llevaban tiempo conectados. Perla escribía que había recibido una oferta de trabajo, que le había llegado esa misma mañana. Que necesitaban una buena fotógrafa para un producto nuevo que querían lanzar al mercado. A Valeria también le ofertaban uno de investigación, sobre un producto que era para niños, y además le pagaban el desplazamiento de toda su familia. -¡Qué casualidad!- dijo Josué. El mío es de localizador de espacios, colores…Tendría que viajar mucho.

Ana no paraba de darle vueltas a lo mismo y cada vez estaba más convencida de su idea. Ellos la estaban confirmando, con lo que estaban diciendo.

-Han comprado la vieja fábrica del señor Piget- escribió Ana. Ninguna tecla se movió esperando la respuesta. -Franco- volvió a escribir. Las letras en la pantalla empezaron a correr haciendo todo tipo de preguntas, dando algún dato, recordando cosas, confirmando detalles…No lo podía afirmar con rotundidad, pero sabía que era él.

Aquella mañana de primeros de Septiembre, llegaron al pueblo Valeria con su familia y Perla. Ana y Josué estaban deseosos que llegara ese día. Cuando se hubieron acomodado, los cuatro salieron camino de la vieja fábrica. Todos habían recibido una nota hacía semanas, indicándoles día, lugar y hora de la reunión.

Y allí estaban otra vez, como hicieran muchos años atrás, delante del portalón de madera. Llamaron. Al otro lado, apareció quien todos habían imaginado… pero, hasta ese momento, no habían podido confirmar: Franco. Él les dio los buenos días y ellos riendo le respondieron lo mismo. Todos miraban la fábrica, no había cambiado mucho, sólo alguna maquinaria nueva y un lavado de cara. Pero el sabor añejo de antaño no lo había perdido.

-Se que estaréis sorprendidos, pero al igual que vosotros, yo tenía un sueño por cumplir, comprar la fábrica-, les contaba Franco. El mismo día que nos despedimos en aquella plaza, se me quedaron grabadas las palabras de Ana, y prometí que un día volvería a funcionar. Y si no es con vosotros, no funcionará. Los cuatro escuchaban atentamente las explicaciones. Esta fabrica seguirá haciendo canicas artesanalmente y necesita de una persona que investigue el mercado, entrevistando a los niños, que es a quien van dirigidas. Esa serás tú, Valeria. También se precisa de un descubridor, las canicas serán de muchas formas, colores, tamaños, materiales…..como hacía el viejo. Viajarás mucho Josué. Hay que hacer un catálogo y montar una exposición, para que sepan que existimos. –Y esa soy yo- dijo Perla. Franco contestó que sí.

Con todos los datos que tengamos, yo las diseñaré. En estos años algo he estudiado al respecto.

-¿Y Ana que hará?- preguntó Valeria.

Y ella, riendo, contestó que cuidarlos y mantenerlos unidos. Todos aceptaron ser socios de la vieja fábrica del señor Piget. Allí mismo, delante de la gran chimenea, sacaron sus canicas y apretándolas en sus manos, las juntaron.

-Una vez me preguntasteis que cuál era mi sueño-, dijo Ana. Pues este, ver las manos otra vez juntas.

Las canicas (2º parte)

 

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De regreso a la plaza, Perla preguntó que a quién le darían la bolita Tréboles. Franco, parándose en seco, sacó la caja de su bolsillo derecho, la abrió y, mirándola, dijo tajante que sería para Valeria. -¿Quién es Valeria?-, pregunto entonces. Ana le explicó que era una niña que pasaba algunas temporadas con su abuela y que vivía cerca de la casa de Franco. Todos se miraron y aceptaron que sería para ella.

Y allí estaba Valeria en la plaza, cuando ellos llegaron. Se acercaron y Franco depositó la caja en sus manos y le explicó todo, tal cual, el viejo se lo había contado.

Y así fue como cada niño tuvo su canica.

Los días fueron pasando entre juegos en la plaza y hablando de que tipo de magia tendrían las bolitas del viejo señor Piget.

El sol comenzaba a brillar cada vez con más intensidad y hacía que la nieve emprendiera un camino, convertida en agua, buscando el pequeño riachuelo que pasaba por mitad del pueblo. A su paso, dejaba ver salir las primeras flores del deshielo. La primavera estaba llegando.

Por aquellos días, el viejo señor Piget cerró la fábrica y se marchó del pueblo.

Los niños también se fueron yendo, poco a poco, hacia otros lugares. No sin antes reunirse todos en la plaza y prometerse que se escribirían.

-Un día volveremos a estar juntos. Las canicas nos unirán y haremos algo entre todos- dijo la pequeña Ana.

Y cogiendo cada uno su bolita, entre sus manos, las juntaron y prometieron que así sería.

La única que se quedó en el pueblo a vivir, fue la pequeña Ana. Durante mucho tiempo se estuvo carteando con todos, pero ese contacto se fue haciendo cada vez más distante, hasta que un día sus cartas empezaron a ser devueltas.

Su vida transcurría entre el cuidado de ancianos y niños, a los que ayudaba en su vida diaria, y a lo que tanto le gustaba hacer, escribir.

Con el único que no perdió el contacto fue con Josué. Algunas veces hasta se veían, pues su trabajo de maestro de aldea, lo solía traer a menudo. Fueron los únicos que nunca perdieron el trato.

Aquella mañana, como todos los días, Ana leía el periódico antes de hacer su ronda. Se quedó muy pensativa leyendo un anuncio que decía: “Se subasta canica. De las últimas cinco que fabricara el viejo señor Piget...”. Intentó buscar el nombre de la persona que la vendía, pero fue en vano.

Sólo podía ser una de las cinco canicas mágicas.

Pero… ¿de cuál de ellos sería?

Josué se la había enseñado hacía tiempo y sabía que él no era, y ella la tenía bien guardada.

Al día siguiente Josué se presentó en casa de Ana. Había leído el mensaje que le había dejado la tarde anterior, explicándoselo todo. Nada sacaron en claro, así que la única manera de saberlo era encontrándolos.

Él recordó que guardaba un número de teléfono con el que solía comunicarse con Perla, pero hacía años que se habían dejado de hablar.

-¡Podemos intentarlo!- dijo Ana.

Era el número de una pequeña pensión de ciudad, así se lo hizo saber la señora que estaba al otro lado del aparato. Preguntaron si vivía una chica llamada Perla. Contestó que no, pero que hacía como unos siete años, vivió alguien en la pensión con ese nombre, y recordó que al marcharse le dejó una dirección por si alguien preguntaba por ella. Se acordaba del nombre porque su nieta se llamaba igual.

Metieron lo necesario en una pequeña bolsa, y con la dirección en la mano y deseosos de encontrarla, emprendieron el camino hacía la estación.

El tren los dejó en el centro de la ciudad. Y allí estaban, delante de una casa grande y vieja, en la que se alquilaban habitaciones. Eso se leía en un papel pegado al cristal de la puerta de acceso. Entraron y se dirigieron a la chica que estaba detrás de la recepción.  Preguntaron si allí se alojaba alguien con el nombre de Perla. Sin necesidad de mirar el registro, pues sólo eran cinco huéspedes, les dijo que la encontrarían en la primera habitación a la derecha. Dándole las gracias, subieron corriendo las escaleras.

Una chica alta, delgada y con el pelo largo y  rizado, les abrió la puerta. Por un momento se quedaron los tres inmóviles, sin saber que hacer. Bastó una leve sonrisa para que se fundieran en un largo abrazo. A pesar de los años transcurridos, no hicieron falta palabras para reconocerse.

-Nunca pensé que os volvería a ver- dijo Perla indicándoles que entraran.

Sentados en las sillas de la pequeña habitación de la casa de huéspedes, hablaban de cómo habían sido sus vidas y de los sueños que no se habían cumplido.

Perla les contaba que trabajaba en las oficinas de unos grandes almacenes y que su vida era bastante monótona. Que muchas veces pensó en irse a vivir al pueblo, pero que tenía un sueño por cumplir, quería montar una exposición fotográfica. Para ello llevaba muchos años ahorrando, pues se lo tenía que costear todo ella.

Josué le dijo que el suyo era viajar y ver el mar, y que estaba pensando en dejar el trabajo e irse lejos. Ana se quedó pensativa, nunca le había comentado su sueño. La sacó de su pensamiento la pregunta que le hicieron los dos a la vez.

-¿Y el tuyo Ana?-.

Ella, riendo por la coincidencia, les dijo que aún no podía decirlo.

Estuvieron toda la tarde charlando de los años pasados en el pueblo y de las canicas. Perla se levantó y se acercó a la mesita que tenía al lado de la cama, abrió el primer cajón y sacó un pañuelo hecho nudos, lo desató y les enseñó la canica Diamante.- Aún la conservo, pues creo en lo que dijo el señor Piget, que es mágica-.

Ana la informó de todo lo ocurrido y que estaban buscándola, a ella y a los demás.

Perla les dijo que con la única que había seguido manteniendo un leve contacto, había sido con Valeria. Les contó que hacía muchos años que se había trasladado a vivir al otro lado del océano, que se había casado y que tenía dos niños. Les enseñó una fotografía en la que estaban los cuatro. -No hablamos mucho, pues no coincidimos en el horario, además yo llego muy cansada del trabajo-.

-¿Crees que será ella la que vende su canica? – preguntó Josué.

-No lo podría afirmar, pero me costaría pensar que es ella- respondió Perla, y siguió diciendo:

-Ha pasado por una mala situación económica, pero ella pensaba como yo, que algún tipo de magia tenía y que no se desharía de ella jamás-.

Quedaron al día siguiente para reunirse de nuevo e intentar hablar con Valeria. Perla le dejó un mensaje en su correo.

Y allí estaban los tres sentados mirando la pantalla del ordenador personal de Perla, esperando que Valeria hubiera leído el mensaje y se conectara.

Mientras esperaban hablaban de cual de los dos sería el que vendía su canica. Y en eso estaban, cuando una cara redonda, ojos grandes y  pelo largo y ensortijado, apareció al lado derecho de la pantalla del ordenador, en un pequeño recuadro.

Josué escribía mientras Perla y Ana no podían quitar la vista de su amiga de la infancia. Aunque estaba muy lejos, la sentían como si estuviera a su lado.

Les contó,  que donde vivía, se parecía mucho al pueblo donde se habían conocido y donde había pasado tantas temporadas con su abuela. Que la casa de la nana, se la había dejado a ella, pero que las cosas estaban muy difíciles donde ellos habitaban y que sabía que estaba muy complicado volver.

- Las cosas pueden cambiar mucho, Valeria- la animó Ana.

-¿Queréis ver algo?- les dijo desde el otro lado del mundo. Y mostrando su mano abierta delante de la cámara, les enseñó a la bolita Tréboles.

Valeria les preguntó que si tenían las suyas y todos sacaron de sus bolsillos las canicas y cogiéndolas entre sus dedos se la enseñaron.

Perla, Josué, Valeria y Ana con sus canicas mágicas Diamante, Pirata, Tréboles y Duende. Ya no había ninguna duda de quien era el vendedor. La única que faltaba era la bolita Dálmata y pertenecía a Franco.

Solo faltaba encontrarlo y hacer que desistiera de su empeño en venderla. Pero ninguno sabía donde encontrarlo.

Valeria recordó en ese mismo instante, que una vez  le mandó un paquete con algunas cosas para los niños, pero hacía muchísimo tiempo, pues el mayor tenía ya 12 años. Buscó en sus papeles y les mandó un apartado de correos y el nombre de la ciudad de donde provenía. Prometieron mantenerla informada con un mensaje diario.

Perla cogió unos días de vacaciones que le debían en el trabajo, y al día siguiente emprendieron los tres la búsqueda de Franco.

 

Las canicas (1º parte)

 

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Érase una vez, una pequeña fábrica de canicas situada en la calle más transitada de un pequeño pueblo. Su dueño, el viejo señor Piget, era el único trabajador. Llevaba muchos años diseñando y fabricando canicas artesanalmente. Sólo cinco al mes. Jamás repetía diseño, colores, tamaño ni materiales. Eran tan especiales, que tenía una lista interminable de pedidos.

Coleccionistas, niños y mayores, padres, madres, abuelos…Todos querían una canica del señor Piget.

El viejo estaba ya muy mayor y decidió que trabajaría hasta que las nieves desaparecieran y luego cerraría la fábrica para siempre. No tenía hijos ni familia,  así que el sueño de que alguien siguiera con su trabajo, se desvanecería cuando él decidiera cerrarla.

Aquel invierno frío y nevado, el último antes de poner fin a su labor, el viejo señor Piget diseñó sus últimas canicas. No se parecían en nada a ninguna que hiciera anteriormente, ni entre sí. Eran de diferentes tamaños y con colores tan brillantes, que hasta él se sorprendió al verlas acabadas. “Tan diferentes y con algo en común”, se decía él mismo. Y sentándose pensativo en la butaca, al lado de una gran chimenea, descubrió lo que las unía, eran mágicas. Llevaba muchos años, tal vez desde que fabricara su primera canica, intentando elaborar algo parecido a  lo que hoy le estaba ocurriendo.

Esa tarde, de regreso a casa, después de terminar su jornada en la fábrica, se sentó en el banco de madera de la plaza del pueblo. Pensativo, observó a cuatro niños que siempre solían jugar allí, y decidió en ese mismo momento, que las cinco canicas mágicas serían para ellos.

Los niños conocían las maravillosas bolas que el viejo fabricaba, y soñaban con que sus padres un día les compraran alguna. Así que cuando observaron que se les acercaba (nunca antes lo había hecho) se sorprendieron.

-¿Podríais venir mañana bien temprano a la fábrica de canicas?- les dijo. El mayor de todos le contestó que sí, y los demás sólo movieron sus cabezas en un gesto afirmativo.

Así fue como a la mañana siguiente, llamaron al gran portalón de madera de la fábrica. Dos niños y dos niñas, esperaban temblando por el día frío y la hora temprana, a que el  señor Piget les abriera la puerta.

-Buenos días- dijo el viejo, indicando con la mano que entraran.

-Buenos días- contestaron algunos tímidamente.

Sentados alrededor de la chimenea, el viejo les decía que tenía un regalo. Todos se quedaron inmóviles, pues no alcanzaban a imaginar que les podría dar; nunca había hablado antes con ninguno hasta la tarde anterior.

-Os daré una canica  a cada uno.

Y prosiguió diciendo:

-Son las últimas cinco que he fabricado… y quiero que sean para vosotros.

La sonrisa se dibujó en el rostro de todos, tendrían lo que tanto habían soñado.

-¡Extended vuestras manos!- dijo el viejo.

Y abriendo una pequeña caja de metal cuadrada con dibujos de flores, comenzó a explicar a cada uno las cualidades de las canicas que les iba poniendo en la palma de sus manos.

Comenzó por el mayor del grupo.

Para Franco sería la canica Dálmata, la más grande de todas, vidriada, redonda y metalizada, con pequeños toques de color rojo fuego que la hacían relucir aún más.

Perla tendría a Diamante, la tercera en tamaño. Al igual que la anterior, también vidriada, blanca completamente y la más perfecta de las cinco en su forma.

La cuiria llamada Pirata, la cuarta en dimensiones, iría a manos del pequeño Josué. Desde que la fabricara el viejo, siempre tuvo vida propia y jamás se quedó quieta en ningún sitio, sólo cuando estaba dentro de su caja. Estaba hecha del mejor alabastro y no se sabía bien el número de colores que la formaban, aunque resaltara uno en particular.

Y para la más pequeña del grupo, la canica más pequeña de todas, Duende. Era la que más trabajo le costó hacer, pues era de arcilla. Hecha de un color básico, el azul. Esa sería para Ana.

Quedaba una sola bolita, Tréboles, la que le seguía en tamaño a Dálmata. De cerámica, con fondo blanco y pequeños filamentos de colores.

-Esta canica os la entrego en su caja y vosotros decidiréis a quien dársela- terminó diciendo el señor Piget. Y se la puso en la mano al mayor de todos.

Por último –dijo el viejo- os diré que son mágicas.

Dos de ellos abrieron la boca para preguntar por qué, pero el viejo continuó:

-Ya descubriréis algún día el porqué.

Y los chicos cerraron la boca, sin animarse a preguntar.

Cada uno guardó la suya en un bolsillo y, dando las gracias, se despidieron del viejo.  

Quiero quedarme en tus brazos

Marinero

Siempre amanece...

Feliz Cumpleaños, Octa

                        Rosa León "Debajo de un botón"   

Para que mi capochito pequeño, Octavio, pase el mejor día de cumpleaños.

Muchísimos besos y achuchones desde aquí hasta Argentina.                        

Debajo un botón-ton-ton
Del señor Martín-tin-tin
Había un ratón-ton-ton
Hay qué chiquitín-tin-tin

Hay qué chiquitín-tin-tin
Era aquél ratón-ton-ton
Que encontró Martín-tin-tin
Debajo un botón-ton-ton

Es tan juguetón-ton-ton
El señor Martín-tin-tin
Que metió el ratón-ton-ton
En un calcetín-tin-tin
En un calcetín-tin-tin
Vive aquél ratón-ton-ton
Lo metió Martín-tin-tin
Porque es juguetón-ton-ton

 

Dedicado al Señor Gatopardo

Ni se le ocurra irse por mucho tiempo. Buen Año.

 

Qué pena...mala puntería

Felicidades

Felicidades

¿Quién dijo qué el espríritu de la Navidad se había perdido?.

Feliz Navidad, y que tengáis el mejor año de vuestra vida

NO a la violencia de género

NO a la violencia de género

 

                                  

                                     Bebe "Malo"

Piti y Yo (final)

Piti y Yo (final)

Aquella mañana salieron a pasear a un parque cercano. La dejó libre de la correa para que correteara. Por un momento la perdió de vista, y por más que la llamaba, ella no acudía. Hasta que la vio en brazos de un chico joven, con aspecto de vivir en la calle, desaliñado y con mirada perdida. Le extrañó que no le ladrara, pues era bastante desconfiada con los extraños.

-¿Es suya esta perra?- preguntó.

Carlos le respondió que sí, y que nunca se había comportado así con alguien desconocido.

-No soy un extraño para ella- dijo el chico.

Le contó que la perra era suya, que se la habían regalado nada más nacer. Que su vida había sido muy feliz, hasta que decidió tomar el camino equivocado. Una mañana salió de paseo con ella y se olvidó de donde la había dejado. De eso haría como tres años, los mismos que llevaba enganchado a las drogas. Carlos escuchaba atentamente, mientras recordaba su juventud, cuando en el barrio donde vivía, algunos de sus amigos también se habían quedado en el camino por el mismo problema. La noche se les echó encima sin darse cuenta y quedaron para verse al día siguiente en el mismo lugar.

De vuelta a casa, miraba por el espejo retrovisor a Piti. Iba recostada, con la cabeza baja y se notaba tristeza en sus ojos, la misma que viera, hacía ya semanas, cuando fue a la protectora de animales. Cuando entró en casa, fue directa a la jaula y allí se quedó toda la noche. Tumbado en la cama, pensaba en lo ocurrido y como le afectaría a la pequeña perrita.

Allí estaba el chico sentado cuando llegaron los dos. Piti saltó de los brazos de Carlos y corrió hacía él. Algo había cambiado en sus ojos.

-Creo que a los dos os hace bien veros- dijo Carlos.

Estuvieron un buen rato sin hablar, sólo los observaba. Le preguntó si tenía familia. Él le contó que sus padres habían fallecido hacía muchos años y que había quedado al cuidado de su única hermana. Ésta la había estado ayudando con el problema que tenía, pero que se había cambiado de ciudad por no meterla en problemas. Que sabía que lo estaba buscando, porque en el albergue que solía dormir, se lo habían comentado.

-Deberías hablar con ella-. Le comentaba, mientras sacaba de una mochila un termo lleno de café y unas magdalenas.

-No es tan fácil salir de donde estoy- le dijo el chico.

Al marcharse, Carlos le dejó una tarjeta con su dirección y número de teléfono por si necesitaba algo.

Unos golpes lo despertaron. Piti ladraba sin parar. Miró por la mirilla y vio a Jesús, que así se llamaba el chico que había conocido en el parque.

-Necesito ayuda-. Rogó.

Lo dejó entrar. Estaba sudoroso a pesar del frío que hacía aquella noche, temblaba y su voz era entrecortada. Volvió a repetir que necesitaba ayuda, que no podía enfrentarse a esto solo. Cinco días con sus noches correspondientes, pasaron todos sin dormir. Jesús tumbado en la cama del  cuarto de invitados, Piti a su lado como queriendo protegerlo, y Carlos recostado en un sillón.

Amaneció un día claro y luminoso de invierno, el sol entraba por entre las rendijas de la ventana. Al abrir los ojos, Carlos vio como los dos dormían placidamente, después de las terribles noches pasadas. Pensaba, que había estado desperdiciando estos años, que sólo se había estado compadeciendo de si mismo, que la vida tenía mucho que darle y él a la vida. Su trabajo era sólo evasión, para no pensar en nada. En ello estaba, cuando una voz lo sacó de sus pensamientos.

-Creo que lo peor ha pasado-.Dijo Jesús.

Se quedó en casa dos meses, hasta que notó que podía salir sin temor a que volviera a recaer. Le buscó un trabajo que compaginaba con sus visitas al psicólogo por las tardes.

Estaban preparando la cena, cuando Jesús le dijo que había llamado a su hermana. Y que si era posible que se vieran en su casa. Así fue como aquella tarde, Carlos, Jesús y Piti, esperaban sentados la llegada de la visita, tomando un café. El timbre de la puerta sonó y  se levantó a abrirla. Y allí estaba. Una chica bien parecida, pelo negro, ojos grandes, y una gran sonrisa en su cara al ver por encima del hombro de Carlos a su hermano. Corrió hacia él, y se fundieron en un abrazo interminable.

-Perdone que no me haya presentado-. Dijo, volviéndose algo avergonzada por entrar de aquella manera. – Me llamo María y no sé cómo agradecerle todo lo que está haciendo por mi hermano-.

No dejó que él respondiera a su agradecimiento, pues rápidamente se dio cuenta de la presencia de Piti. La llamó y ella acudió a sus brazos.”Una mujer a la que no ladra”, dijo Carlos riéndose.

María le habló de una organización que había creado para ayudar a jóvenes con problemas y que se podía pasar para ver como funcionaba. Así fue como Carlos dejó su trabajo como probador de coches y se involucró, como colaborador, dando charlas a los chicos, y sobre todo escuchándoles. Piti era parte de la terapia, pues todos le tomaron cariño en el centro y ella les daba parte de ese afecto que habían perdido.

Cada domingo se reunían en casa de Carlos. Él los miraba mientras charlaban, delante de un plato de paella, en el que todos habían colaborado. “Le he encontrado sentido a mi vida”.

Piti veía algo especial, cuando las miradas de Carlos y María se cruzaban. Algo había nacido entre ellos. Pero eso es otra historia.

“Fue sin querer, es caprichoso el azar. No te busqué, ni me viniste a buscar…”

 

 

 

 

 

 

Piti y Yo

Piti y Yo

Aquella protectora de animales, dedicada a recoger perros abandonados y enfermos, estaba tan llena, que no le quedó más remedio al ayuntamiento, al ver tal masificación, que poner un anuncio en el periódico local, para poder darles salida. “Necesitamos tú ayuda. No compres animales, adóptalos. Hay muchos que necesitan encontrar un hogar”.

Como todos los días, antes de coger el coche para ir a trabajar, un hombre de mediana estatura, delgado, pelo negro y ojos azules heredados de su padre, paraba enfrente de su casa para comprar la prensa. Iba ojeando sin detenerse mucho en nada, cuando leyó el anuncio de los perros. Se quedó por un momento pensativo y se dijo que después de comer se pasaría por allí, “creo que me vendría bien tener compañía”.

Carlos, como así se llamaba, había conocido las dos caras de la vida. La buena, cuando conoció el amor, con la que compartiría los mejores años de su vida, pensando que sería para siempre. Y la otra, la que todos temen y que nadie quisiera conocer; cuando un día frío de invierno, sonó el teléfono y una voz al otro lado, le iba dando datos sobre un accidente de tráfico.

Desde ese día, su vida cambió y no volvió a ser la misma. Su trabajo como perfumista lo había dejado en un segundo plano y se había dedicado a buscar otro en el que pudiera evadirse de aquel dolor que lo estaba matando. Probador de coches fue el elegido.

Cada fin de semana, se jugaba la vida conduciendo prototipos que luego saldrían al mercado. No le importaba su vida, ni lo que le ocurriera; la vivía día a día, cómo si quisiera bebérsela de un trago. Su familia, amigos y trabajo, lo sacaban, a veces, de esa rutina en la que solía caer cuando recordaba el pasado.

Aquella mañana, después de hacer unos trámites rutinarios antes de probar un nuevo coche, se dirigió a ver que encontraba en ese anuncio que había leído.

Cuando llegó, esa tristeza que tenía siempre en sus ojos, se hizo mayor, al ver en que condiciones estaban los animales que allí se encontraban. Encerrados en jaulas con poca limpieza y tal caos en la organización, que hacía que perros pequeños y débiles, por la mala alimentación, convivieran junto a otros de mayor tamaño y más fuertes. Tal vez eso fue lo que le hizo fijarse en uno en particular. Un pinscher enano de color marrón, con marcas de desnutrición en su cuerpo y algunas mordeduras, que ladraba a uno que lo triplicaba en tamaño por un trozo de pan que le habían puesto para que comieran. Se acercó a la jaula. El perro grande retrocedió asustado, pero el pequeño se quedó quieto, con el trozo ganado en la boca y desafiante ante aquel hombre.

-Se llama Piti, eso dice su placa-. Alguien se había acercado por detrás.

-¿Cuál es su historia?-, preguntó Carlos.

El hombre encargado en aquel momento del recinto, contaba como lo habían encontrado abandonado en un monte cercano, casi moribundo por el hambre y el frío, y mordido por perros salvajes. Llevaba una placa con su nombre, denotaba que había estado bien cuidado y que era un perro de raza.

-Pero ya se sabe lo que pasa cuando se aburren de tenerlos o llegan las vacaciones… los abandonan-. Dijo el encargado.

Algo observó en ese pequeño animal, quizás sus ganas de luchar después de haberlo pasado mal. Se vio reflejado en sus ojos, la tristeza los acompañaba a los dos.

Decidió llevárselo. El chico le comentó que lo dejara en la jaula hasta que se acostumbrara a su nuevo hogar, pues estaba muy receloso de las personas y podría morderle.

Cuando llegó a casa, no tenía nada preparado para su nuevo huésped, así que improvisó una cama con unas mantas que cogió del garaje y las acomodó en un rincón del salón. Abrió la jaula y la llamó, pero la perra no le hizo ningún caso. “Vamos a intentar llevarnos bien, tú lo has pasado mal y yo también”, le dijo mirándola a los ojos.

A la mañana siguiente, antes de irse a trabajar, le dejó preparado un cuenco con agua y algo de comida.

La perra, al verse sola, asomó la cabeza y decidió salir. Recorrió toda la casa, oliendo cada rincón, cada estancia, hasta que se quedó dormida por el cansancio, encima del sofá. Cuando el llegó, después de un día duro, la encontró aún dormida. Se sentó al lado suyo y, ella, al notarlo, de un salto se puso en el suelo y empezó a ladrar. “Ya te he dicho que no te queda otro remedio, que tenemos que llevarnos bien, porque no te pienso devolver”.

Hacía mucho tiempo que él no compartía la casa con nadie, después de lo ocurrido. Esporádicamente venía alguna chica, pero sólo por espacio de unas horas, no quería nada serio, no estaba aún preparado para nada.

Encendió la tele y se sentó con algo de cena en una bandeja. La perra lo miraba desde su jaula. Él la observaba, mientras dejaba caer un trozo de pan al suelo, para ver si ella se acercaba y lo cogía, pero estaba inmóvil, sin quitar la vista de su nuevo dueño. El cansancio pudo con él y se quedó dormido en el sofá. Al cabo de un rato, abrió los ojos, miró la jaula y allí estaba quieta, mirándolo. Se giró un poco sobre sí y vio que el pan había desaparecido, una sonrisa se dibujó en su cara, “vamos por buen camino”.

Así estuvieron unos días, él dejando la comida en el suelo y ella acercándose a cogerla cuando lo creía dormido.

Hasta que una tarde, después de dormir la siesta, se despertó y la vio tumbada a su lado en el suelo. La acarició levemente para no asustarla y la perra no se apartó ni ladró, “así me gusta Piti, los dos nos estamos acostumbrando a vivir con compañía, llevábamos mucho tiempo solos”.

Salió con ella aquella tarde a comprarle comida, una cesta para que durmiera y a llevarla al veterinario. A la vuelta, colocó la cesta al lado de su cama y ella durmió toda la noche. Se estaba creando un vínculo entre ellos, que a los dos les favorecería con el paso del tiempo.

Como cada fin de semana por la noche, él no volvía solo a casa. Carlos, solía sacar ese día la cama de Piti al salón, cosa que a ella no le gustaba mucho, pero no había otro remedio, su dueño tenía compañía aquella noche. Por la mañana, cuando la visita se iba, ella no paraba de ladrarle y la chica salía despavorida de la casa.

La perra estaba cambiando cosas en él sin que se diera cuenta, y Piti estaba empezando a confiar.

Ojo de Culebra

Ojo de Culebra

                    Lila Dowuns y Bumbury "Justicia"

La cantante Lila Downs saca nuevo álbum, “Ojo de culebra”,  en el que rinde tributo a los chamanes, curanderos de México y nativos de América en general. Es una fusión de la música africana y latina con La  Estados Unidos.

“Vengo de un lugar sobre la costa del Pacífico en México, donde hay negritud, llegaron en barco buscando su libertad negros, chilenos y peruanos. Surge entonces una música, que en Oaxaca llamamos “la chilena”. La he cantado desde mi primer disco y seguimos en esa búsqueda de hermanar a las culturas”. Explicó en rueda de prensa.

El disco incluye trece temas, la mayoría de ellos de la propia Lila. Recorre pasajes rítmicos que pasan por el blues, el jazz, la cumbia…pero sobre todo, por los sonidos de instrumentos de bandas de viento típicas en festividades de México y los Balcanes.

Varias colaboraciones, la argentina Mercedes Sosa, Gilberto Gutiérrez (del grupo Mono Blanco), Rubén Albarrán (de Café Tacuba), La Mari (de grupo Chambao), Enrique Búmbury, etc…

Las nuevas canciones se refieren a temas de actualidad: la inmigración, la justicia política y la transformación de la sociedad.

 

 

 

Hasta Septiembre

                        Brian Hyland "Sealed wiht a kiss".

Buenas vacaciones para todos. En Septiembre volveremos al tajo.

Sellado con un beso

A pesar de que nos tengamos que decir adiós el verano
Cariño, te prometo esto
Te mandaré todo mi amor
Todos los días en una carta
Sellada con un beso
Si, va a ser un frío y solitario verano
Pero llenaré ese vacío
Todos los días en una carta
Sellada con un beso

Te veré en la luz del sol
Escucharé tu voz por todas partes
Correré a abrazarte
Pero cariño, no estarás ahí

No quiero decir adiós por este verano
Sabiendo el amor que añoraremos
Así que vamos a hacer una promesa
De encontrarnos en Septiembre
Y sellarlo con un beso

Si, va a ser un frío y solitario verano
Pero rellenaré ese vacío
Te mandaré todo mi amor
Todos los días en una carta
Sellada con un beso

Sellada con un beso
Sellada con un beso

La Dulzura

                           Serrat y Noa "Es caprichoso el azar"

A seguido de lo dicho podemos hablar de la dulzura, y mostrar lo qué es y en qué consiste. Digamos, ante todo, que la dulzura es un medio entre el arrebato, que conduce siempre a la cólera, y la impasibilidad que no puede nunca llegar a sentirla. Ya hemos visto que todas las virtudes, en general, son medios. Esta teoría fácilmente podría probarse si hubiera necesidad de hacerlo, y bastaría, al afecto, fijarse en que en todas las cosas lo mejor ocupa el medio, que la virtud es la mejor disposición, y que siendo lo mejor el medio, la virtud es por consiguiente el medio. La exactitud de esta observación será tanto más evidente cuanto más se la compruebe en cada caso particular. El hombres irascible es el que se irrita contra todo el mundo, en todo caso y más allá de los límites debidos. Es una disposición muy reprensible, porque no conviene irritarse contra todo le mundo, ni por todas las cosas, ni de todas maneras, ni siempre; lo mismo que no conviene tampoco no irritarse jamás, por ningún motivo, ni contra nadie. Este exceso de impasibilidad es tan reprensible como el otro. Pero si uno se hace reprensible por incurrir en exceso o en defecto, el que sabe permanecer en el verdadero medio es a la vez dulce y digno de alabanza. No es posible aprobar el carácter del que experimenta muy vivamente el sentimiento de la cólera, ni el que apenas lo siente; pero se llama verdaderamente dulce al que sabe mantenerse en lo justo entre estos dos extremos. Así pues la dulzura es el medio entre las pasiones que acabamos de describir.

 

Aristóteles “La gran moral” (libro primero, capítulo XXI- De la dulzura). Versión de Patricio de Azcárate.

 

Adivina Adivinanza

Adivina Adivinanza

Canto en la orilla,

vivo en el agua,

no soy pescado,

ni soy cigarra.

¿Quién soy?.Sellado

Felicidades Capochita

Felicidades Capochita

Bandoneón

 

Me jode confesarlo

Pero la vida es también un bandoneón

Hay quien sostiene que lo toca dios

Pero yo estoy de seguro que es troilo

Ya que dios apenas toca el arpa

Y mal

 

Fuere quien fuera lo cierto es

Que nos estira en un solo ademán purísimo

Y luego nos reduce de a poco a casi nada

Y claro nos arranca confesiones

Quejas que son clamores

Vértebras de alegría

Esperanzas que vuelven

Como los hijos pródigos

Y sobre todo como los estribillos

 

Me jode confesarlo

Porque lo cierto es que hoy en día

Pocos

Quieren ser tango

La natural tendencia

Es a ser rumba o mambo o chachachá

O merengue o bolero o tal vez casino

En último caso valsecito o milonga

Pasodoble jamás

Pero cuando dios o pichuco o quien sea

Toma entre sus manos la vida bandoneón

Y le sugiere que llore o regocije

Uno siente el tremendo decoro de ser tango

Y se deja cantar y ni se acuerda

Que allá espera

El estuche.

 

(Mario Benedetti)

LO MEJOR de rock´in rio Madrid VI

 Bob Dylan "Just like tom thumbs blues" (Qué lejos queda todo de aquí...)

Robert Allen Zimmerman (Duluth, Minnesota, 1941) es una de las figuras más legendarias de la historia de la música. Los discursos sobre la paz, los derechos de los trabajadores, la enseñanza de la nueva moral son esenciales para entender el trabajo de Dylan. Intelectual, activista y revolucionario, algunas de sus canciones llegaron a convertirse en verdaderos himnos antibélicos y de los movimientos civiles, como "Blowin' in the Wind" y "The Times They Are a-Changin'.

En 1961 consigue firmar un contrato discográfico y un año después publica su primer LP titulado simplemente "Bob Dylan". A los 25 años, ya era todo un ídolo de masas, tras publicar dos obras maestras como "Highway 61 revisited" (1965) y "Blonde on blonde" (1966), donde queda confirmado el talento artístico de este poeta revolucionario.

Su último disco de estudio, "Modern Times", lanzado en el 2006, fue considerado como El Álbum del Año por la revista Rolling Stone. Sus discos le han otorgado Grammys, Globos de Oro, y premios de la Academia. Ha sido incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll, y en el 2º puesto (después de los Beatles) de la lista de "Greatest Artists of All Time" de la revista Rolling Stone. También ha sido nominado varias veces al Premio Nobel de Literatura. El año pasado le fue concedido el premio Príncipe de Asturias de las Artes.

Lo mejor de Rock´in Rio Madrid V

 The Police "Every breath you take" (Dedicado a Carl)

Pocas son las bandas de rock que pueden comparar su éxito a los británicos, The Police. El trío formado por Sting, Andy Summers y Stewart Copeland ha vendido cerca de 50 millones de discos desde que publicó su primer álbum en 1978.

Aunque la agrupación haya permanecido unida por un breve espacio de tiempo, su importancia en el panorama musical es inversamente proporcional.

The Police nació en 1977, inserida en el escenario punk inglés. Al juntarse fusionaron el diverso background musical de cada uno de sus integrantes, y lograron crear un sonido de características propias. El sonido de The Police fue el primero a integrar las características crudas y simples del punk, con la vibración positiva del reggae.

Outlandos D’Amour, el álbum debut del grupo, editado en 1978 por A&M Records, en seguida alcanzó el éxito con los gloriosos temas, Roxanne y So Lonely. Al año siguiente (1979) el segundo álbum, Reggatta de Blanc, les llevó otra vez a los más vendidos. Incluyendo temas como Walking on the Moon o Message in a Bottle, este trabajo le rindió a The Police su primer Grammy.

Los dos Grammies siguientes llegaron con el Zenyatta Mondatta (1980); y con Ghost in the Machine (1981) ganaron dos discos de platino. Después de un año ‘sabático’, regresaron para grabar Synchronicity (1983). Disco que incluye uno de los mayores éxitos de The Police, Every Breath you Take, que en seguida se transformó en una de las mayores hits del rock de los años 80.

En 1984 los integrantes de The Police separaron sus caminos. La disolución del grupo llegó por sorpresa y desde entonces hasta ahora, cada uno de ellos ha seguido una prodigiosa carrera en solitario.

En 2007, para celebrar los treinta años de The Police, la magnífica sorpresa vino de la noticia de la reunión del grupo para una gira internacional. Empezaron en Canadá a finales de mayo, y ya han recorrido medio mundo y atraído a millones de personas.
Este verano, el Rock in Rio-Madrid será una de las próximas paradas estelares de The Police en España.

Lo mejor de Rock´in Rio IV

Orishas "Orishas"

Ruzzo, Roldán y Yotuel forman la banda de hip-hop cubana más conocida internacionalmente. Ellos son Orishas y su sonido es inconfundible. Se unieron en 1999 y desde entonces han ido cosechando éxitos allí por dónde van. Son cubanos pero su consolidación como grupo llegó en Europa, dónde la fusión del hip-hop y el son cubano se consideró toda una revolución. Ganadores de dos Grammy, el trío cubano se ha convertido en un emblema de la nueva música del siglo XXI.

"A lo cubano", "Emigrante", "El Kilo" y su último álbum "Antidiótico" forman el total de su discografía y en ella dan muestra de la calidad musical que les caracteriza. Orishas también se ha ganado a pulso el respeto en Estados Unidos y Latinoamérica gracias a una música potente, imaginativa, enraizada, que ha dado canciones que desde el principio se han convertido en himnos como "Represent", "¿Qué pasa?" o "Nací Orishas". Una música que ahora se condensa en el álbum "Antidiótico", que se publica en dos ediciones diferentes y resume una trayectoria con músicas apasionantes, que tienen sus raíces en el pasado.

Cuando la gente les pregunta como nació Orishas ellos contestan: "Quisimos guardar el lado hip-hop sin perder lo que es la esencia de esa gran gama de ritmos cubanos, incluyendo instrumentos de nuestra cultura, como la percusión". Algo que han llevado en la base de sus temas a lo largo de los años. Su música no deja indiferente a nadie, las letras son pegadizas, los ritmos impiden quedarse quieto y la personalidad de los tres componentes hace que sea imposible no engancharse a sus estrofas.

"A lo cubano" se convierte en el primer álbum de hip hop que consigue el Disco de Platino en España con más de 100.000 ejemplares vendidos (también oro en Francia y Suiza) y Orishas actúa en el Olympia de París, en el Royal Festival Hall de Reino Unido, en Festimad, en el Pop Kom, etc. Estados Unidos tampoco fue ajeno a la propuesta de la banda y revistas como Time y Rolling Stone les dedicaron sus mejores críticas mientras Orishas recorría escenarios de Norteamérica, Canadá, Sudáfrica, Brasil o México, actuando junto a Manu Chao, Iggy Pop, Cypress Hill o Deftones. En Cuba, Orishas reunió a 50.000 personas en su primer concierto en La Habana.

Ahora, la carrera de Orishas se reúne en "Antidiótico", la primera recopilación que se publica de sus éxitos y de sus canciones más populares y representativas. En él verán la luz tres canciones inéditas, además de muchas otras sorpresas que tienen preparadas para todos aquellos que sean unos apasionados del trío cubano.

El 4 de julio en el Hot Stage de Rock in Rio Madrid habrá que venir con ganas de bailar y de divertirse, porque los cubanos convierten sus conciertos en grandes fiestas, donde lo más importante es pasarlo bien y no dejar de moverse al ritmo del compás. Bienvenidos Orishas.