La familia
Vivía Pakitina Piruleta, junto a sus padres y hermana, en casa de su abuela. Esta estaba situada en la calle más larga del pueblo. Era una casa pequeña, con dos habitaciones, comedor, salita, cocina, baño y dos patios. Los patios eran el lugar preferido de ella; uno estaba lleno de macetas con una gran parra en el centro, que hacía las veces de toldo cuando llegaba el verano y el otro era para los animales. Pakitina Piruleta acompañaba siempre a su mamá para darle de comer a los conejos y gallinas dos veces al día, a recoger los huevos o solamente a limpiar.
La casa tenía dos puertas, la de entrada y la del patio; en las habitaciones había unas cortinas que mamá y la abuela habían hecho. La habitación de Pakitina Piruleta, era la más grande, tenía dos camas, en una de ellas dormían sus padres y en la otra su hermana y ella. Mamá, cuando llegaba el verano, solía acostarnos a una en los pies de la cama y a la otra en el cabecero para que no pasáramos calor. El problema era que yo siempre quería dormir arriba y mamá me decía “Pakitina Piruleta, le toca hoy dormir a tu hermana”, a lo que yo le respondía medio llorando “mami, es que abajo me da miedo”. Algunas veces surtía efecto y terminaba convenciendo a mi hermana para que ella durmiera abajo.
Mi hermana era un año mayor que yo. Cuando nació ya tenían pensado el nombre, se llamaría como una hermana de papá; pero cuando mi padre fue a inscribirla, cambió de parecer y cuando volvió al hospital le comentó a mi madre “la niña se llama Charity Piruleta”, a lo que mi madre respondió sorprendida “¿pero si habíamos elegido otro nombre?”, papá sólo dijo que las cosas ya estaban hechas. Charity Piruleta, era todo lo contrario a mí, delgada, carita muy fina, ojos grandes, cabellos negros, largos y finos, a veces recogidos en unas coletas. Era la hermana más guapa del mundo. Muy coqueta, eso sí, todos los collares, pulseras, pendientes, moños, zapatos de mamá, bolsos…lo llevaba siempre puesto; además, le encantaban los vestidos, cosa que yo odiaba.
Mamá nos hacía casi toda la ropa, solía vestirnos a las dos iguales, una lata, porque mi hermana nunca quería ponerse pantalones. Solíamos pelearnos mucho y cuando nos compraban algo, tenía que ser lo mismo para las dos, así que en casa todos los juguetes estaban por duplicado. Pero Pakitina Piruleta, cuando se tumbaba en la cama por la noche, antes de dormir, siempre se decía que era la mejor hermana que existía.
Para entrar en la casa había un gran tranco, donde solía esperar a que su padre llegara. El trabajaba en la ciudad y se desplazaba en tren. Pakitina Piruleta iba alguna vez a esperarlo a la estación, se sentaba debajo de una gran morera, en un banco de madera hecho con una traviesa de vía rota. Sentada en el tranco con su hermana, su mamá les decía “¡mirad niñas quién viene por la calle¡”, era papá. Yo corría y llegaba la primera a sus brazos, pero papá esperaba a mi hermana y así nos abrazaba a las dos a la vez. Siempre había algo para las dos “¿qué nos has traído hoy?” le preguntábamos. Nos dejaba en el suelo y sacaba algo de su bolsillo “¡ay qué niñas!, tomad este regalo”. Esa tarde eran dos sacapuntas con forma de globo. Mi papá se llamaba Antonino, pero todos le decían Toni. Era el mejor papá; alto, delgado, muy moreno, de pelo negro con grandes entradas y algunas veces con bigote. Mi hermana se parecía mucho a él, todos en el pueblo lo decían.
La hora preferida de Pakitina Piruleta era la del baño. En casa de la abuela no había bañera; papá había hecho un cuarto en el patio para poner el váter y un pequeño lavabo. Para no pasar frío por las noches, mamá había comprado una escupidera esmaltada, así no teníamos que salir, y para bañarnos un gran barreño de barro. En invierno, mamá lo solía poner al lado del brasero de cisco, levantaba la ropa de la mesa y echaba el agua, que antes había calentado en la cocina. Nos bañaba a las dos a la vez, y ponía en una silla las toallas para que fueran cogiendo calor. Pakitina Piruleta era la última en salir y su madre siempre terminaba enfadándose con ella “¡Pakitina Piruleta, terminarás enfriándote si no sales ya¡”, pero a mí me encantaba quedarme sola en el barreño. Yo le rogaba que me dejara un poquito más, y pasado un rato, mamá me tenía que sacar, porque el agua se enfriaba y yo empezaba a tiritar. Me sentaba en su regazo y me envolvía con la toalla caliente. Mi mamá era de mediana estatura, delgada, de cara fina y rasgos muy dulces, morena, de pelo corto y abundante. Era la que mejor abrazaba, besaba, acariciaba, mimaba…y la que nos reñía si hacíamos algo mal. Yo me llamaba como ella, pero todos le decían Tina. Mamá trabajaba en el campo y nos dejaba al cuidado de mi abuela. Ella hacía las cosas de la casa, lavar, planchar, limpiar, cocinar….Pakitina Piruelta, muchas veces miraba como se peinaba ese pelo largo y de color blanco que recogía en un rodete. “Abuela, ¿por qué no te cortas el pelo?”, y ella siempre me respondía que era por promesa, algo que yo no entendía muy bien, pero jamás se lo cortó. Era menuda, de cara redondita, ojos pequeños y estaba muy arrugada. Llevaba unas gafas que sólo se quitaba cuando iba a dormir. Mi mamá y yo nos llamábamos como ella, pero todos en casa le decíamos la abuela Maca. Siempre la conocí vestida de negro y con el pelo recogido.
Esta es la familia de Pakitina Piruleta; Toni Piruleta, el papá; Tina Colorado, la mamá; la abuela Maca; la hermana mayor, Charity Piruleta y yo la más pequeña y traviesa de la casa. Ya sabéis como me llamo.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.El que no levante el culete del sillón se le ha quemadoooooo.
2 comentarios
rani -
Si señor, esta rana jamás será vencida...es mucha ranota para uno solo.
Besos capocha maldita...cómo se nota que dentro de poco tenemos vacaciones...siiiiiiiiiií.
turca -